Los docentes
de hoy en día nos encontramos ante la difícil tesitura de tener que lidiar día
a día con alumnos/as que no están motivados, que no tienen predisposición por
aprender y que no tienen ganas de ir al colegio, y pensamos que son los padres
los principales culpables de esta situación porque no les inculcan en casa este
deseo. Pero, creo que es hora de que nos miremos el ombliguito. ¿Y si la culpa
en gran parte es nuestra? ¿Y si no somos capaces de generar los instrumentos y
medios para que los padres se involucren y que los niños se conviertan en
agentes activos del proceso educativo? ¿Y si muchos de nosotros no estamos
implicados y nos es más fácil mandar deberes y seguir un libro?
Después de
leer el libro de César Bona “Las escuelas que cambian el mundo” me ha hecho
reflexionar mucho sobre todo esto. Si los docentes no conseguimos ganarnos a
nuestro público como si de un espectador de una serie o saga de películas se
tratase, por mucho que en casa los animen a seguir viéndola, la película va a
ser la misma, la que experimentan día tras día el alumnado. Créeme, tú que como
docente me estás leyendo, agradecerás convertir tu profesión en algo
impredecible y no caerás en la monotonía porque estarás en continuo aprendizaje
y por seguro estoy que, todo este proceso te será más gratificante.
Es obvio que
nuestro sistema educativo no ayuda a que los docentes tengamos una guía o ruta
que nos marque los pasos a seguir. Sin embargo, un docente debidamente
cualificado y preparado no es un docente sumiso a un currículo preestablecido,
es un docente que teniendo en cuenta lo que dice el currículo es capaz de
generar propuestas y proyectos que se ajusten a este. Es decir, es capaz de
jugar con el currículo a su gusto y conveniencia, de manejarlo y sacarle el
provecho en función de lo que surja trabajar, de buscarle las cosquillas porque
es el docente el que debe dominar el currículo y no el currículo al docente. De
eso se trata ¿no?, mientras todo esté justificado correctamente ningún
inspector, que, por cierto, (cuasi)ninguno ha experimentado que es educar
dentro de un aula con 27 alumnos/as, nos puede objetar nada.
Por tanto,
como bien dice César Bona (2016) y otros muchos docentes muy muy implicados con
muy buenas ideas, en la nueva sociedad del siglo XXI se buscan “agentes del
cambio”, niños y niñas competentes, que sepan resolver cualquier conflicto del
día a día, que sean buenas personas, que sepan trabajar cooperativamente, que
sepan expresarse oralmente y por escrito, personas resilientes, empáticas,
motivadas, sensibles con el medio ambiente y los animales, que asuman
responsabilidades, que se emocionen y que tomen decisiones y un sinfín de
capacidades. De esta manera, la atención a la diversidad está garantizada
porque cada uno trabajará en función de sus posibilidades porque aprenderían
más a mirar por el compañero que por sí mismos.
No olvidemos
que no solo hay un César Bona, sino que hay miles de ellos con grandes
proyectos, con grandes ideas distribuidos por cualquier pueblo remoto,
cualquier barrio o ciudad... que, aunque no hayan tenido la repercusión de
este, han conseguido marcar y seguirán marcando a muchas generaciones de
personas. Todos ellos lo hacen por amor a su profesión y César ha sido la
cara que representa a todos ellos.
Al fin y al
cabo, se trata de eso, de la formación INTEGRAL de las personas, preparadas
para las nuevas demandas laborales. No se trata de que solo sepan y tengan un
buen background de conocimientos, sino que tengan las herramientas
precisas para desenvolverse sin problema. Dejemos que participen en la vida
escolar del centro, que tengan voz y voto, que se les escuche y que dentro de
las aulas un maestro/a conozca más de ellos, que conozca sus intrigas, sus
preguntas, curiosidades, gustos, intereses... todo esto es posible mediante
asambleas, y es muy probable que de este modo surjan proyectos apasionantes.
¿De qué
sirve una persona que sepa mucho si luego no es capaz de trabajar en equipo, de
respetar a las personas y resolver problemas?
No se trata
tanto del resultado, sino del proceso y de las estrategias cognitivas y
metacognitivas que hayan utilizado, porque esto es lo que a ti como profesor te
permitirá ver quién es competente de verdad.
Y me
preguntaréis, sí, todo muy bonito escrito aquí, pero la realidad es otra, ¿y
cuando trabajas los contenidos y objetivos? Muy sencillo, no hace falta un
libro para trabajarlos porque estos van surgiendo, constantemente surgen con
las curiosidades de los alumnos/as. Los contenidos no son más que un medio o
una excusa para que se trabaje por competencias. Es por ello que, si se
trabajase en función de los intereses, los objetivos y contenidos se van dando
sobre la marcha y que más da si no los seguimos a rajatabla, el estudiante va a
aprender otros muchos que, aunque no estén estipulados también pueden ser
necesarios para el día a día. Igualmente, la mayoría de los contenidos que
memorizan los acaban olvidando, siendo de la otra manera más significativo.
Ni siquiera
los contenidos en las distintas Comunidades Autónomas son los mismos, ni las
asignaturas, y que decir de que cuando llega un nuevo partido político al poder
guía la educación a sus intereses particulares, un día tenemos Educación en Valores,
otro Ciudadanía, otro Religión... Si ni siquiera los políticos saben qué deben
saber porque realmente, si nos ponemos a pensar, la utilidad de memorizar
contenidos es limitada.
Imagínate, incluso, he visto
trabajar la asignatura de Cultura Digital con un libro de texto, y seguro que
no le encuentras la lógica como profesor, o trabajar la Literatura sin que el
alumnado lea, es más útil aprender la historia de la Literatura (nótese la
ironía).
No sería mejor
que los niños/as leyesen y, posteriormente, investigasen sobre el autor, la
época en que se hizo el libro… y a partir de ahí generar un proyecto histórico
basándonos en esos libros (o adaptaciones, en caso de niños de Primaria). Se
puede trabajar la aritmética al mismo tiempo que las unidades de medida (peso,
longitud, capacidad…) mientras cocinamos, medimos la pista de nuestro deporte
favorito, etc. ¡Ahhh, no!, que este tema tiene que darse en el último trimestre
(que poco natural).
Si otros
docentes y centros educativos han podido y se ven que los resultados son
mejores, ya es hora de que no nos escondamos ante esta excusa barata para
defender lo indefendible y cerrar los ojos ante un movimiento de cambio que se
está produciendo. Esos docentes son gotas de aceite que poco a poco se van
uniendo y haciendo más grande. Déjate llevar por tu creatividad docente, y ve con tus ideales a por todas, sáltate la zona de confort y arriesga, tus alumnos/as y tú lo agradeceréis.
Bibliografía
BONA, C. (2016).
Las escuelas que cambian el mundo. Penguin Random House Grupo Editorial.
Barcelona: España
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